
Aprendí hace un año, en un taller arriba de un barco ebrio que cuando se desmoronan las instituciones, cambian las certezas, y ya no sirven los instrumentos de navegación, ahí es cuando se está ante un cambio de época.
¿Será que arriba de esta barca, como El Navegante, observo la orilla de mi tierra con una cierta nostalgia por una patria que no ha sido lo que quisiera que fuera?
Pero hay espacios en esta ciudad que salvan, porque lo que se reprime y oculta en los matinales de televisión, en la prensa, en el mercado, lo siento transmutar como un ronroneo, o más bien un mantra subterráneo que anuncia a través de símbolos que este país puede volverse mejor nación. Es posible constituir un territorio sólido, a lo mejor metafísico, que compense los diálogos vacíos que vemos en los medios; donde los chilenos conversemos no sin antes habernos conocido profundamente a nosotros mismos. Pero, esto no es un sueño, es la búsqueda de un tiempo mejor. Y hay señales; hace dos años, Ricardo Lagos, escribió en una publicación especial dedicada al poeta Nicanor Parra, un homenaje titulado:
PARA QUE LA POESÍA ALCANCE PARA TODOS.
Ricardo Lagos en octubre del año 2004, concluye pidiendo traer la poesía a la tierra, porque traerla es traer también el cielo a la tierra: "Joven poeta nuestro, te digo que un Presidente también tiene derecho a celebrarte y a creer contigo que la verdadera poesía, lo mismo tal vez que la verdadera política, se fundan no en la revolución de las palabras, sino en la revolución de las ideas.".
Se establece un precedente fundamental, donde un mandatario reconoce el contenido de la poesía más allá de su valor estético; lo valida y sitúa como lenguaje y motor de los cambios; necesario y legítimo. Ante todo el poeta, con su canto, ilumina la oscuridad, territorio que reconcilia al hombre con su yo auténtico, porque como dice Bataille: la oscuridad no miente.
"El poeta es una pequeña república", lo define así el maestro de maestros, el antipoeta Nicanor Parra. Los poetas son el espejo a veces empañado, otras ocasiones despejado, de la modernidad. Es nada menos que Enrique Lihn, en su ensayo, definiciones de un poeta, quien se hace la pregunta: ¿Se resolvería el problema, si se ubicara a la poesía como una antesala de "la verdadera revolución del mundo moderno, sala de clases de la curiosidad, premonición del conocimiento? "
En ocasiones somos nosotros los NADIE, los mismos ciudadanos del mundo real, al otro lado del espejo, quienes rehusamos ver lo que hay. La realidad se reproduce, como un montaje, como un sistema que abandona la posibilidad de subirse a la barca del Navegante, porque "el hombre de tierra firme, mezquino y complaciente,... sólo está ávido de fortuna".
Ya lo dije antes y lo dijeron otros,... nunca el poeta podrá participar totalmente del sistema; del mercado; de los avatares de una nación, porque no es posible instalarse totalmente, embarrarse del humus social y cultural. Éste debe mantener distancia para ver, para decir. El poeta seguirá siendo un solitario, un autoexiliado, porque la poesía desde siempre dice y nombra la verdad.
La poesía y su distancia con el mundo, dependen de la recomposición de un nuevo lenguaje que abandone su intento de entrar o participar a través del intelecto, de la razón, porque como dice Jodorowsky, las palabras producen cambios en la cabeza y no en la realidad. Quizá lo que hace falta, es una poesía que sepa "colarse", como la visita del amigo que no se espera, pero cuando llega intempestivamente, es bien recibido y se le hace espacio en la mesa.