Me salvo cuando estoy debajo de la mesa, tirando el mantel. me salvo cuando miro demasiado seguido lo mismo, y derrepente... dejo de creer. me salvo cuando lo paso bien el domingo. me salvo cuando ladeo la cabeza, pego la frente a la ventana y empaño el vidrio. ¡DIOS QUIERA QUE YO QUIERA!

domingo, diciembre 17, 2006

Mis regalos de Navidad: 1 párrafo del capítulo 1 de "Kafka en la orilla", Murakami y 1 reciente entrevista exclusiva

mmm..., a partir del próximo año intentaré ser más desatada compartiendo mis pensamientos y juicios, sólo para quienes puedan tolerarlo.
Pero este post es de Murakami, de quien John Updike, The New Yorker, ha dicho:
"Un libro que no sólo se lee de un tirón ( 583 páginas), sino que tensa metafísicamente el pensamiento" Eso he sentido yo todo el tiempo con HARUKI. Su entrevista es tan inquietante como sus libros, en el fondo con pocos escritores me pasa: Sentir que luego de excavar más allá de la historia, hay varios mensajes que se despliegan y han llegado para revelar algo que uno ha conservado oculto hasta antes de leerlo. Entonces ya no hay vuelta atrás, y luego de hacerse cargo sólo hay que hacer la maleta y cambiar, mudarse hacia un mundo más interior.
Por último, un dato, Murakami es hijo de un monje budista y de una profesora de literatura.

1. Párrafo:

"A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer. Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir cruzándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí sólo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo. Imagínate una tormenta como ésta".

2. Entrevista:
Enigmático y esquivo, muy celoso de su vida privada, Haruki Murakami siente verdadera fobia hacia las entrevistas, y apenas ha accedido a hablar de Kafka en la orilla con su editor americano y con Philippe Coste, de la revista francesa “L’Express”, a quien le ha confesado que el protagonista de la novela, Kafka Tamura, sí se le parece:
“Yo fui hijo único y me inventé un mundo aparte, lleno de libros, de música y de conversaciones con mis gatos”. Fascinado por Truffaut, reconoce que “en el joven Kafka Tamura se esconde el pequeño Antoine Doinel de Los cuatrocientos golpes. Sus edades, sus fugas, sus miedos, sus búsquedas son comparables.

Sentí la soledad cuando, al salir de la universidad, me negué a seguir el camino establecido, y comenzar a trabajar en una gran empresa o como funcionario del Estado.
Hace treinta años, la sociedad japonesa era mucho más estricta que hoy.
Cuando se escogía ser un marginado, un outsider, no había vuelta atrás. Igual que para Doinel”.
Otra sorpresa: al periodista francés Murakami le confiesa su desilusión por no haber podido correr (a causa de una tempestad de nieve) sus diez kilómetros diarios alrededor del campus de la Universidad de Harvard, que le acogía como escritor invitado en el momento de la entrevista.

Ahora ha vuelto a Japón y no acepta entrevistas al menos hasta diciembre. Y como “hay que estar en forma para vivir una existencia malsana”, se levanta cada día a las cuatro de la mañana, 365 días al año, corre varios maratones cada temporada de manera anónima en distintos países del mundo y lleva una vida casi monacal que le permite “una concentración intensa, casi en trance” esencial para su escritura.Quizá por eso, por esa necesidad de paz que contrasta con sus siete años regentando su propio club de jazz, convencido entonces de su falta de talento para escribir algo distinto al menú, sólo le desvela a su editor los secretos del libro.

Por ejemplo, qué le ha hecho reinventar el mito de Edipo y si lo tenía previsto cuando comenzó Kafka en la orilla o si fue surgiendo a medida que iba escribiendo el libro.
–El mito de Edipo –explica Murakami– es sólo uno de los temas de la novela, y no necesariamente el elemento central. Desde el principio planeé escribir sobre un quinceañero que huye de su siniestro padre y comienza un viaje en busca de su madre, lo que naturalmente tiene mucho que ver con el mito de Edipo. Pero, como le decía, yo no tenía ese mito en la cabeza desde el principio, aunque los mitos estén en el origen de todas las historias. Cuando escribimos un relato no podemos evitar que esté relacionado con toda clase de mitos, que son una suerte de depósito en el que están todas las historias.

–Antes de que el concepto de “posmodernidad”se pusiera de moda, Kafka exploró esa peculiar condición de aislamiento absoluto asociado ahora al mundo posnuclear y al nuevo milenio.

¿Bautizó a su protagonista con su nombre pensando en estos temas o por otras razones?

–No hace falta decir que Kafka es uno de mis autores preferidos, pero no creo que mis novelas o personajes estén directamente influidos por él. Lo que quiero decir es que el universo narrativo de Kafka es tan completo que intentar seguir sus pasos no sólo resulta absurdo sino demasiado arriesgado. En realidad me veo a mí mismo escribiendo novelas en las que, a mi manera, desmantelo el universo narrativo de Kafka de la misma manera en que éste, por su parte, había desmantelado el sistema narrativo anterior.
Supongo que eso puede entenderse como una especie de homenaje a Kafka.
A decir verdad, no tengo una idea muy clara de lo que significa eso de “posmodernidad” , pero tengo la sensación de que lo que estoy intentando hacer es ligeramente distinto.
En realidad lo que quiero ser es un escritor único, diferente a todos los demás. Quiero ser un escritor que narra sus historias como ningún otro .

–Nakata, el otro protagonista de la novela, fue víctima de un misterioso accidente escolar en su infancia y no se parece a nadie de los que le rodean.
¿Qué le llevó a crear un personaje así?
–A mí siempre me ha interesado la gente que ha sido arrojada fuera de la sociedad, aquella que ha sido retirada o apartada. La mayoría de los personajes de Kafka en la orilla, están, en un sentido u otro, fuera de lo establecido como normal. Nakata es uno de ellos, quizá el más claramente marginado.

¿Que porqué creé un personaje como él?
Debe de ser porque me gusta.
Es una novela larga, y un autor tiene que tener al menos un personaje al que ame incondicionalmente.
Pero a Murakami no sólo le gusta poblar sus relatos de marginados. Por todos ellos, y en esta novela muy especialmente, se pasean, majestuosos, los gatos.
Como en Al sur de la frontera, el oeste del Sol (Tusquets, 2003), donde escribió “Así descubrimos que los dos teníamos muchas cosas en común. A ambos nos gustaba leer. Y escuchar música. A ambos nos encantaban los gatos. A ambos nos costaba expresar nuestros sentimientos”, también en Kafka el amor a los felinos sirve para identificar almas gemelas .
“Los adoro –confirma–. Siempre he estado rodeado de gatos, desde que era pequeño. Pero ignoro si eso tiene algún otro significado”.
El escritor ha llegado incluso a explicar que a veces imagina horribles masacres de gatos “con el único propósito de ver lo que voy a sentir”. De la violencia real, como la de la II Guerra Mundial, admite que sólo conoce lo que su padre, que fue soldado del ejército imperial japonés durante la ocupación de China le ha contado,
“pero hablo de ello en esta novela porque despierta nuestra conciencia colectiva. En Kafka en la orilla evoco brevemente a Eichmann y el genocidio para vivir el terror que me inspiran esas atrocidades, y recordar de paso que cualquiera puede convertirse en un desalmado, esparcir gas en el metro de Tokio, como en 1995”.

Otro elemento constante en su obra, la música, también se adueña del relato, ya que los personajes, como en sus libros anteriores, muestran un interés real y profundos conocimientos en ocasiones sobre jazz, música clásica y rock.
“Sí, es una parte esencial en mi vida. La música siempre estimula mi imaginación. Cuando escribo, generalmente la música se desliza (como los gatos, supongo) a mi alrededor”.
Aunque renunció hace años a su club de jazz, Murakami conserva aún una fabulosa colección de 40.000 discos, y adora a los grandes maestros del Barroco, como Bach o Teleman, que suelen acompañarle mientras escribe.

Una advertencia, innecesaria para los lectores de Murakami: el libro está cargado de símbolos y posibles significados. Su riqueza es tal que el editor japonés creó en su momento una website para ayudar a los lectores a comprender la novela. Y en los primeros tres meses Murakami recibió más de 8000 preguntas de los lectores, y contestó a unas 1200.
“Fue una ingente cantidad de trabajo, pero realmente lo disfruté. Lo que aprendí de todo eso fue que quizá la clave para entender la novela esté en leerla varias veces. Puede sonar como una justificación, pero es la verdad. Sé que la gente está muy ocupada, pero si tienen tiempo, les sugiero leer Kafka en la orilla más de una vez.” Y no le falta razón. Como tampoco para sentirse, como ha confesado a menudo, “la oveja negra del mundo literario nipón. Me reprochan mi estilo, demasiado diferente de los cánones clásicos. Soy japonés, escribo en este idioma y mis novelas se desarrollan la mayor parte de las veces en este país. Pero soy un individuo. Sólo un hombre libre”.

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